viernes, 16 de agosto de 2013

Día 9: Kelowna - Victoria (05-08-2013)

Estos días, con tantos traslados, están siendo agotadores.
Hoy nos espera igualmente un recorrido largo. Partiendo de Kelowna, vamos hacia la costa de Vancouver, para desde una localidad denominada Tsawwassen, al sur de Vancouver, tomar un ferry de la compañía BC Ferries Schedules hasta Vancouver Island, cuya capital es Victoria.


Antes de salir de Kelowna, decidimos echar un vistazo al lago Okanaga, y con un poco de suerte, ver el famoso monstruo llamado Ogopogo o Naitaka, que en lengua Salish: n'ha-a-itk, significa "demonio del lago”.  La descripción más común de Ogopogo es que es una serpiente de mar de unos 12 a 15 metros de largo. Supuestamente, el monstruo ha sido fotografiado e incluso filmado. Sin embargo, no tuvimos suerte... Lo único que vimos fue un lago precioso, con mucha vida marítima, embarcaciones de recreo, etc. Y aunque nos hubiese gustado visitar la famosa playa Hot Sands y hacer algo de ciclismo, la agenda mandaba y partimos a primera hora hacia Victoria.







La carretera desde Kelowna hasta Victoria es muy cómoda, la mayor parte autovía o autopista, aunque sin el encanto, como es obvio, de las carreteras de Banff y Jasper. Casi unos 500 kilómetros y una hora y media de ferry separan Kelowna de Victoria.

El equivocarnos en una salida nos hizo tener que bordear Vancouver para volver al puerto desde donde salía el ferry, y casi una hora más de camino. Nos sirvió para ver North Vancouver, pero nos estuvimos acordando bien de no tomar la salida correcta. Igualmente, aprovechamos para comer en un Wendy's, ya extintos en España, pero recuerdo cuando le hacían la competencia a McDonald's y Burguer King. En Canadá están bastante extendidos y es fácil encontrarlos, fundamentalmente en carretera.

Lo que más nos sorprendió del ferry es la tremenda organización que tenia el barco. En sólo 20' son capaces de desembarcar y embarcar el barco completo, no sólo de pasajeros, que ya de por sí tiene mérito, sino de coches, caravanas, camiones y motocicletas. En serio. Uno se queda tremendamente sorprendido con la organización tan buena que tienen.

Por lo demás, el viaje en ferry se hace agradable y corto. Aprovechamos para subir a cubierta, pese a que tienes bastantes instalaciones para disfrutar a bordo. Restaurante, salones recreativos, butacas, prensa, etc. Pese a ello, estuvimos disfrutando casi todo el camino de las vistas.









Una hora y media más tarde, llegamos a Vancouver Island, que no Victoria, que se encuentra a unos 50 kilómetros aproximadamente del puerto.



Creo que posiblemente este fue el mejor hotel en todo nuestro viaje: Fairholme Manor Inn. Es una mansión victoriana (dónde mejor que en Victoria para utilizar este calificativo) que tiene distribuidas habitaciones completas, con su salón, cuarto de baño, etc. Con un jardín que envuelve la casa por completo, en el mejor barrio residencial de Victoria y pared con pared con la casa de la primera ministra de Victoria. Creo que con este último dato está todo dicho. 









Después de dejar el equipaje y hacer algunas gestiones para el día de mañana (reserva de excursión de avistamiento de ballenas, información sobre lavanderías, etc), cogimos el coche y aunque estábamos realmente cansados, no quisimos desaprovechar la tarde. Así que nos fuimos a la zona del puerto, visitamos Chinatown, etc. Era festivo en Victoria, por lo que realmente había poca gente.

Victoria capital tiene cerca de 80.000 habitantes, 350.000 si contamos con la población cercana. Como dato curioso, Victoria está considerada como la ciudad más inglesa de Norteamérica, y lo cierto es que cuando paseas por sus calles no tienes la sensación de estar en Norteamérica. Si es verdad que poco a poco esa visión idealizada de Inglaterra va desapareciendo para amoldarse a los tiempos actuales, y se puede ver a mucha gente joven por la calle, con muchas tiendas bohemias, restaurantes modernos, etc. 

En contraste con esto, empezamos a ver algo que se multiplicaría por 10 en Vancouver: multitud de gente sin hogar durmiendo y vagando por las calles, los conocidos como homeless, gente sin hogar. Hay mucha literatura sobre esto y Canadá. Es más bien un modo de vida, según dicen los especialistas, más que una consecuencia de la crisis. Sin embargo, da respeto andar por las calles desiertas a partir de las 21.00 de la noche, y aunque realmente no son personas agresivas, si que los efectos de alcohol, el hecho de que muchas calle están solas a una hora muy temprana, etc., hacen que la visión idealizada de la ciudad choque con su cruda realidad. Además, esto lo vivimos más aun por ser festivo en la ciudad, con las tiendas cerradas y no mucha gente en la calle.





Hidroaviones. Algo muy inusual, pero que desde Victoria nos han ido acompañando en el resto del viaje. Es uno de los medios de comunicación por excelencia en esta parte de la costa canadiense y, sobre todo, en Alaska. Perfectamente te puedes quedan embobado mirándolos horas y horas porque es algo espectacular ver como despegan, pero sobre todo, como aterrizan.

También dimos cuenta de uno de los mejores fish and chips de la costa oeste, pero pese a haber una larguísima cola, estaba ya cerrado y no admitían a más gente. Mañana volveremos. 



Y por último, nuestra casera y dueña del hotel nos había recomendado un restaurante japonés especialista en sushi. La costa oeste de Canadá tiene fama de ser el mejor sitio fuera de Japón para comer sushi, y no quisimos dejar la oportunidad de probarlo. Después de una larga espera en el hall de la entrada pudimos disfrutar del Restaurante Aoki. Excelente comida japonesa, muy buena tempura de verduras, noodles y teriyaki, y el sushi, estaba muy bueno, pero coincidimos los dos en que no excelente. Aún así nos dimos un homenaje y disfrutamos la cena muchísimo.







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