Pongámonos en situación: Tramo de 230 kilómetros que une Lake Louise con Jasper. Unos 59 kilómetros más saliendo desde Banff. En español, la Carretera de los Campos de Hielo. Esta considerada como una de las carreteras más bellas del mundo. Y ciertamente, lo es, a lo que hay que sumar los múltiples atractivos donde pararse a contemplar lagos, cataratas, fauna y flora, glaciares y un sin fin de misterios de la Naturaleza.
Pero antes de embarcarnos en ese trayecto teníamos que salir de Banff. Y no fue nada sencillo.
Después de levantarnos, recoger todo de nuestro hotel y hacer el check out, dado la buena acogida del desayuno del día anterior, volvimos a "Wild Fllour" del 211 de Bear Street. Un late (café con leche) buenísimo, y mismo desayuno que el día anterior. Mary se aventuró en la carta y acabo con algo que a priori no era lo que quería... Unos cofres... Después se dice que en los viajes no se aprende inglés... waffle = gofre no se nos olvida a ninguno de los dos...
Luego a continuación llego el momento estrella del viaje. Dado que mis pantalones no dejaban de caerse (¿esta empezando a dar resultado tantas horas de caminata?) no quería salir de Banff sin comprarme un cinturón, así que a las 09.00 am como un reloj estaba en la puerta de The North Face. A esto que veo en la puerta: Se vende spary anti-osos. Y me dije a mi mismo: "Dos pájaros de un tiro". Por un lado vamos a ir más seguros en los senderos, porque había veces en las que podíamos estar andando quince minutos sin encontrarnos a nadie y la verdad es que iba uno un poco acongojado... Y por otro lado, en el caso de que nos dejen llevar a España el spray, es un recuerdo muy original. Así que después de desembolsar 40 $, ahí iba yo tan contento para el coche con mi spray, no sin antes tragarme la explicación de 15 minutos que me hizo la vendedora de todo lo que conllevaba comprar el dichos spray. Tuve que firmar hasta una especie de permiso de armas, con mis datos personales, tras la compra.
Así que cuando llego al coche, le enseño la supercompra a Mary mientras me ponía el cinturón. Voy a coger la mochila de la parte de atrás del coche cuando, de repente, con nocturnidad y alevosía, me rocía a menos de 30 cms de distancia medio bote de spay. La escena posterior fue dantesca. Intoxicado yo, ella y el coche salimos corriendo por los efectos del spray. El coche se encontraba aparcado en la vía principal de Banff y a Dios gracias que eran las 09.00 am de la mañana y no había mucha gente en la calle, porque empezó toda nuestra acera a toser y estornudar.
Un perro que pasaba por allí se quedo paralizado por el spray. Y claro, como se había esparcido en el coche no había forma de subirse en el y llevarlo a otro sitio, así que no pudimos hacer otra cosa que esperar que se pasada el efecto (que no se ha pasado ni 24 horas después y tenemos que ir todo el raro con las ventanillas abiertas).
¿La explicación de todo esto? Pues que con las prisas le había dado a Mary el spray sin explicarle nada más que "Mira lo que he comprado". El caso es que el spray venía en una funda para colgarlo en el cinturón, y con la funda pues tenía una gran similitud con... Una cantimplora.
Lo demás, os lo podéis imaginar. Así que los primeros kilómetros de la Icefields Parkway fueron un auténtico show con aroma de spray anti-osos...
Afortunadamente, no hay testimonio gráfico para ello.
Icefields Parkway. Como decía antes, está considerada con
una de las carreteras más bellas del mundo. ¿El por que? Pues que vas con la
boca abierta durante los 230 kilómetros que dura el camino. No en vano, voy
escribiendo esta entrada mientras voy sentado en el asiento del copiloto de
nuestro Dodge Charger, y cada minuto tengo que dejar de escribir para levantar
la cabeza y echar un último vistazo a uno de los recorridos en coche más
espectaculares que haya hecho nunca.
Cuando estuvimos en la oficina de turismo de Banff, le
preguntamos a la guía que dónde nos recomendaba parar y que atracciones ver en
el recorrido. Puso los ojos en blanco y dijo: “En todos los sitios, no os puedo
recomendar un sito mejor que otro”. Así que con nuestra inseparable Lonely
Planet, optamos por seguir las indicaciones que venían en la misma.
En base a lo anterior, nuestra primera parada fue Bow Lake.
Pese a que no venía en nuestra guía nos encontramos junto a pie de la carretera
un lago enorme de un color azul esmeralda que quitaba el sentido. Pongamos en
situación: montañas de más de 3.000 metros al fondo del lago. Vegetación
abundante a uno y otro lado. Aguas de color azul turquesa. Primera hora de la
mañana. Los autobuses aún no habían llegado. El resultado: Véase a
continuación:
Peyto Lake. Es un lago que se nutre de un glaciar por lo que
el color de su agua era de un azul increíble. Tras dejar el coche en un
aparcamiento habilitado, había que andar por un sendero precioso lleno de
naturaleza a uno y otro lado durante poco menos que unos 15 minutos con varias
cuestas muy empinadas. Tras el sendero, que se encuentra asfaltado, se llega a
una plataforma de madera con vista al majestuoso lago, que se encuentra unos
cientos de metros más abajo, pero gracias a ello se puede ver el glarciar que surte
de agua al lago. Las fotos, como siempre, hablan por si sólas…
Después de Peyto Lake, están la famosa Weeping Wall, una
altísima pared vertical de roca pura.
Justo a continuación, uno de los platos fuertes del viaje:
el Campo de Hielo de Columbia. Dato: Tiene 350 metros de grosor y está formado
por unos 30 glaciares, cubriendo un total de unos 325 kilómetros cuadrados. Uno
no se lo imagina hasta que lo ve. Dentro de este Campo de Hielo se encuentra el
Athabasca Glacier. En la misma Icefields Parkway se ubica el Icefield Center,
un centro de interpretación del glaciar, con un pequeño museo, tienda de
recuerdo, restaurante y venta de entradas para visitar el Glaciar, que
básicamente se trata de una lengua gigante de kilómetros de largo, que van
desde el pico de la montaña hasta casi el pie de la carretera. Si bien se puede
visitar la base desde unos senderos, no se recomienda debido a que todos los
años hay accidentes mortales puesto que son frecuentes las grietas en el
glarciar con caídas de decenas de metros. Así que la mejor forma de visitar el
glaciar son con unos autobuses especialmente diseñados (snowcoach), gigantes,
con unas ruedas y una tracción especial que les permite recorrer el glaciar y
llevarte a una zona habilitado dentro del propio glaciar. Parece algo típico
para turistas, pero encontrarte en mitad del glaciar, ver como brota el agua de
los deshielos, de un color azul espectacular, y pisar el hielo con tus propios
pies es una sensación indescriptible.
Comimos en el Icefields Center, pero nada que destacar.
Noodles y una hamburguesa de pollo. Comida de rancho, pero no estaba mal.
Podíamos haber esta parando cada 10 kilometros como quién
dice, pero había que llegar a nuestro destino, Jasper, así que optamos por
hacer un par de paradas más, pese a nuestro gran pesar.
Athabasca Falls y Sunwapta Falls. Un par de cataratas,
separadas entre sí por unos 50 kilometros, que son las que van recogiendo los
deshielos de los glaciares. Están no sólo muy bien conservadas, sino que
utilizan unos materiales francamente de primera tanto en vayas, como miradores,
etc. Desde luego, tendríamos mucho que aprender en algunas cosas los españoles.
La sensación de seguridad es total, incluso, en los miradores o lugares más
inaccesibles y peligrosos.
Las siguientes fotografías corresponden a Athabasca Falls:
Y estas a Sunwapta Falls:
Y después de un día espectaular, llegamos por fin a Jasper. La
sensación que uno tiene cuando llega a Jasper, sobre todo si lo hace después de
haber estado en Banff, es que es mucho más agestre y menos turística que la
anterior. A ver, hay turistas, pero el pueblo (no se le puede llamar de otra
forma), lo forman prácticamente dos calles paralelas. La naturaleza está mucho
más presente. Es aquí donde vimos más animales sueltos, y es frecuente verlos
andar incluso por el pueblo. Así que es un buen complemento a Banff y sirve de
puerto base para todas las visitas que hay que hacer por la zona.
Nuestro hotel era el Marmot Lodge Jasper, de los más caros
de nuestro viaje, y uno de los más simples. Un simple hotel de tres estrellas
sin ningún lujo, a las afueras de Jasper. Mobiliario típico de ciudad alpina,
mucha madera, y eso sí, todo muy limpio
y cuarto de baño recién reformado. Las vistas, muy buenas, tranquilo.
Nuevamente, cumplía su objetivo. Descansar tranquilos después de haber estado
todo el día viendo cosas.
Respecto a la cena, y puesto que aún no habíamos probado la
famosa ternera canadiense de Alberta con clasificación AAA, nos metimos un
pequeño homenaje: Villa Caruso, en el 630 de Connaght Dr. Después de meternos
entre pecho y espalda tal cantidad de carne creo que estábamos saciados para
todo el viaje. Francamente espectacular. Tierna como ninguna carne habíamos
comido antes. Sobraba el acompañamiento, la verdad. Pero toda una experiencia.
Mañana, más.
Lo del spray necesito que me lo expliqueis con tranquilidad!
ResponderEliminarPareja!! Menudo pedazo de viaje os estáis metiendo!!! Envidia es poco... Que paisajes , y que comilonas!!! que me ha dado hambre con las fotos de las comidas que habéis colgado (aunque no esperaba menos de ti JUanca). Espectacular!! Y el coche!!! Increidible!!! Y el momento spray anti-osos... Menudo susto, pero yo llevo un rato riéndome, que se me ha caído hasta la lagrimilla solo pensando en el show que tuvo que ser...
ResponderEliminarSeguir contándonos que tal todo!! Muchos besos.