Nos tomamos el día muy relajado. Nuestro avión salía a las cuatro de la tarde, y teníamos que dejar el hotel a las 12.00, así que aunque daba algo de pena no aprovechar el último día visitando un museo, dando un paseo por puerto, etc., nos esperaba casi 48 horas de viaje, y había que aprovechar y reponer fuerzas antes de la partida. Así que nos quedamos hasta las 12.00 en el hotel, descansando y terminando de hacer la maleta.
A las 12.00 horas bajamos a la recepción del hotel para hacer el check out. La experiencia en "The Hotel at Terminal City Club" ha sido inmejorable. Habitación del hotel enorme, con unas vistas a Canada Place y el puerto espectaculares, equipada con un pequeño fregadero, nevera, utensilios de cocina, baños amplio, y zonas comunes, que si bien no las disfrutamos mucho, estaban a disposición de todos los huéspedes. De 10 sobre 10 las zonas deportivas (club deportivo). Nadar en una piscina dentro de un rascacielos con vistas a otros rascacielos es una sensación difícil de contar. Muy recomendable. Caro, eso sí, como todo en Canadá. Pero un hotel excepcional.
El trayecto en taxi desde el Downtown lleva unos 20 minutos aproximadamente y cuesta unos 30 dólares canadienses. Hay otras opciones, como el skytrain, pero ir cargando con cuatro bultos bastantes pesados para llegar al aeropuerto era para pensárselo, de ahí que optáramos finalmente por el taxi.
El aeropuerto de Vancouver esta muy bien organizado y no es nada caótico, como pudieran haber sido otros que hemos visitado durante el viaje. Tras encontrar nuestro mostrador de facturación, vimos que el vuelo iba con algo de retraso y tuvimos que esperar casi una hora a que abrieran los mostradores. Habíamos hecho ya el check in por internet, pero había que dejar las maletas, así que tocó esperar.
Había que tomar una decisión. Era el momento. El spray anti-osos. ¿Nos lo llevábamos? ¿Lo dejábamos para no correr riesgos? Había un mostrador de información general del aeropuerto, y pregunté allí. Me dijeron que no había problema, siempre y cuando no superará los 400 ml, que no los superaba, y que lo facturará. Sin embargo, no me inspiraba mucha confianza. Así que cuando nos tocó facturar el equipaje, volví a preguntar. La cara de la azafata , que le falto arrebatarme el spray de un manotazo, lo dijo todo. Snifff... Nuestro spray, que había viajado con nosotros desde nuestra llegada por tierra, mar y aire, se quedaba en Vancouver. Siempre podemos decir que no lo compramos por gusto. Nos aportó seguridad. Y lo llegamos a usar. Así que si me preguntáis si lo volvería a preguntar, la respuesta es sí, me volvería a gastar los 40 dólares canadienses que cuesta.
Comimos algo en el aeropuerto y tomamos el avión a Madrid. El vuelo estaba completo, aunque sin over booking, pero no había un sitio libre. Aprovechamos para leer, ver películas y descansar en las 10 horas que duraba el trayecto.
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