viernes, 16 de agosto de 2013

Día 13: Vancouver (09-08-2013)


Hoy llega uno de los días más importantes de nuestro viaje. El inicio del crucero por Alaska que, con salida desde Vancouver (Cánada), nos llevará a través de toda la costa de Alaska por el Inside Passage, Ketchikan, Icy Strait Point, Juneau, Skagway, Hubbard Glacier, Seward, para, desde allí, coger un ferrocarril hasta Anchorage, desde, vía Seattle, volveremos al punto de partida en Vancouver.

Gracias a la fortuna, nuestro camarote pre-asignado estaba en la cubierta 11 del barco, la última con habitaciones, por lo que teníamos preferencia de embarque. Realmente en esa cubierta se encontraban los mejores camarotes y las suites, pero hay espacio para un pocos camarotes interiores (como el nuestro), y allí es donde se nos ubicó. Por ello, teníamos preferencia de embarque, y aunque la salida del puerto de Vancouver estaba programada para las 16.30 de la tarde, podíamos embarcar desde las 11.00 de la mañana.

Tras levantarnos a las 07.00 de la mañana, y terminar de preparar la maleta, desayunamos en la habitación del hotel cereales que teníamos de la noche anterior y realizamos el check out. Es verdaderamente sorprendente la cantidad de gente que había en el hotel. Vancouver es uno de los puertos más importantes para la salida de cruceros a Alaska, y es normal ver a la gente llegar del crucero o salir para uno, como era nuestro caso, por lo que en los alrededores del puerto hay decenas de hoteles, en pleno Downtown. 

Tras haber hecho el check out en la televisión de nuestra habitación la noche anterior, y pese a toda la cantidad de gente que se encontraba en el hall, pudimos salir sin demasiados contratiempos. Dado que ibamos con las maletas a cuestas, y aunque nos encontrábamos a menos de un kilometro del puerto, decidimos coger un taxi que nos dejó a eso de las 09.30 en la terminal de salida del puerto de Vancouver.


El Canada Center, que así como se denomina a la terminal de salida y llegada de pasajeros de los cruceros al puerto de Vancouver, pese a ser un edificio moderno y funcional, es un auténtico caos, con gente que llega de cruceros y está a la espera de embarque en un mismo lugar. La confusión reinaba por doquier. Había colas para el control de pasaporte, pero la gente no se aclaraba si tenía que pasar con el equipaje por dicho control o había que dejarlo en algún sitio previamente. Tras preguntar y dar muchas vueltas, nos informaron como funcionaba el asunto. A eso de las 11.00 horas habilitaron drop off, unos carritos enormes, donde se iba amontonando los equipajes, a la vez que pasaban unos operarios de Royal Caribbean que recogían las maletas y las iban amontonando. No daba nada de seguridad puesto que una vez que las apilaban, se iban a buscar más y se quedaban las maletas sin ningún tipo de cuidado ni vigilancia. Sólo cuando pusieron decenas de maletas encima de las nuestras nos fuimos tranquilos al control de equipaje. Nuestras maletas llevaban previamente unas pegatinas que llevamos impresas con el camarote y el puente, donde supuestamente las encontraríamos a última hora de la noche, de ahí que sólo dejasen llevarnos un equipaje de mano donde recomendaban muda de ropa para el primer día abordo.

Después de varios controles de pasaporte, visado, de darnos nuestro Sea Pass (tarjeta identificativa dentro del barco) y diversos trámites y esperas tediosos, a eso de las 13.00 horas estábamos ya abordo!! Y como no pudiera ser de otra forma, nos dedicamos a investigar el enorme y gigantesco barco “Radiance of the Sea”.






Dado que era nuestro primer crucero, al principio todo es confusión. Nuestro camarote estaba en el puente 10 de 12 que tenía el barco, así que empezamos de arriba a abajo. En el puente 12 se encuentra unos miradores, un minigolf, una pared para hacer escalada, toboganes, cancha de fútbol, baloncesto, etc. En el puente 11, una piscina interior que simulaba una junga, con su jacuzzi, piscina exterior, televisión gigante junto a la pisicina, dos bares de cócteles, spa, gimnasio, comedor, restaurantes temáticos, y un largo etcétera... Me llevaría horas describir todos los servicios del barco, pero baste enumerar algunos para darse cuenta de que realmente nos encontrábamos en una auténtica ciudad flotante: casino, teatro, cine, tiendas, varios restaurantes, peluquería, salón piano, pub, etc., etc., ...

Así que es fácil imaginar como pasamos este primer día abordo, intentando descubrir todos los secretos de nuestro barco, algo difícil de hacer. Comimos en el salón del buffete de mediodía, compartiendo mesa con un matrimonio de Oregon, USA, dado que no había ni una sola mesa libre (después, con los turnos la cosa sería más fácil, pero el primer día fue todo un poco caótico).














 Con casi una hora de retraso, salimos por fin desde el puerto de Vancouver con dirección a Ketchikan, nuestra primera parada en tierras de Alaska.

La salida fue muy bonita, con unas preciosas vistas del skyline de Vancouver, y pasando por debajo del Puente de los Leones, algo parecido al Golden Gate de San Francisco, pero aquí, en Vancouver. 







Casi sin darnos cuentas, nos dio la hora de cenar. Nosotros solicitamos el segundo turno, a las 20.30 horas. El primer turno, el más demandado por los americanos, era a las 18.00 horas. Sí, como lo escrito, a las 18.00 horas. 

Tuvimos una suerte enorme porque para el turno de la cena, se nos asignaba siempre la misma mesa, y coincidimos con una gente extraordinaria con la que siempre salíamos los últimos del salón porque nos quedábamos hablando hasta última hora siempre. Por un lado, estaban Jaume y María Alberta, una extraordinaria pareja de Barcelona, de unos setenta años de edad. Encantadores. Por otro lado, Felipe y Esther, unos recién casados que estaban celebrando su luna de miel. Él brasileño y ella, de Puerto Llano, aunque residían en Sevilla. Y por último, Octavio y Alba, un matrimonio de Ecuador, muy divertidos y con los que compartimos muy buenos momentos. La verdad que, al ser de los pocos pasajeros de habla hispana, compartimos muchas conversaciones y ratos agradables, dado que si bien había 44 nacionalidades a bordo, de los 2.400 pasajeros del barco, el 80% eran americanos.

Después de cenar, a dormir después del día tan duro que tuvimos. Al día siguiente nos esperaba un día sin escala, de navegación por el Inside Passage.

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