viernes, 30 de agosto de 2013

Día 25: Frankfurt - Madrid - Málaga (21-08-2013)

Si bien había pensado en hacer de esta entrada un resumen general de todo el viaje, he decidido mientras escribía hacer una entrada propia para ello. Así que me voy a limitar en esta entrada a contar como transcurrió nuestro último día de viaje. Es algo así como una mezcla entre tristeza por ver como termina, ya sí, el viaje en sí, después de casi un mes lleno de experiencias y vivencias, y algo, sólo algo, de alegría de poder llegar a casa, de dormir en tu cama, de retomar un poco la rutina, que también se echa de menos.

Cansancio. Esa es la palabra que puede definir perfectamente el último día. Después de no poder dormir en una cama y simplemente de dar algunas cabezadas en el avión, el cansancio se va apoderando de uno, y es como si todo transcurriera a cámara lenta.

Sensaciones aparte, el viaje de vuelta transcurrió sin incidentes. Sobre las 11.00 de la mañana llegamos a Frankfurt. Tras cambiar de terminal, fuimos a la puerta de embarque para la salida de nuestro vuelo a Madrid. No recuerdo si hice referencia a ello en el viaje de ida, pero las puertas de embarque del aeropuerto de Frankfurt son una maravilla. Además de ofrecer conexión gratuita wifi por unos 30 minutos (si, hay otros aeropuertos, como los de Vancouver o Calgary que no tienen límite de tiempo, pero también hay muchos otros que ni siquiera te dan esos treinta minutos de cortesía), ofrecen unos servicios que te hacen la espera mucho más amena: café, chocolate, prensa internacional... Ya podría cundir el ejemplo...

A eso de las 13.30 despegó nuestro avión destino Madrid. Unas dos horas y media aproximadamente, con servicio de comida a bordo incluido. Vuelo para aprovechar y dar una cabezadilla e intentar ir acostumbrando el cuerpo al nuevo horario.

Y llegaba el nuevo momento de tensión: las maletas! Ya sin tanta presión por haber dejado el spray anti-osos en Vancouver, siempre queda la duda, más con vuelos de conexión, si las maletas aparecen o no. Tardaron, y bastante. Las gotas de sudor empezaban a asomar. Pero salieron las dos.

Metro a Atocha. Teníamos unas cuatro horas antes de que saliera nuestro tren para Málaga, y decidimos dejar las maletas en las consignas de Atocha. Nuevo metro, y paseo por Gran Vía, Sol, ...

Como no teníamos cena en el tren, decidimos picar algo... Creo que es fácil de adivinar. Sí, jamón serrano, jajaja... Investigando por internet, descubrimos un sitio que había abierto hace poco con muy buenas críticas: "Jamón 55", en Gran Vía, 55. Excelente jamón, embutidos, chacinas, conservas... Como la comida española, ninguna. Y creo que no es puro chovinismo. El 100% de la gente que nos encontramos en Canadá y Alaska coincidían en decir lo mismo cada vez que decíamos que veníamos de España: ¡¡qué bien se come en España!! ¡¡Qué comida!! ¡¡Qué bebida!! jajaja...


Después del tentempié, metro a Atocha para coger el AVE a Málaga. A descansar un poco nuevamente, y después de dos horas y media de apacible viaje (que gozada es viajar en tren), cogimos un taxi hasta casa para poner fin a nuestro viaje.

Como he dicho más arriba, dejo para una entrada posterior el resumen y nuestras pinceladas de casi este mes de viaje.

Saludos a todos!!

Día 24: Vancouver - Frankfurt (20-08-2013)

No es hasta cuando sabes que no vas a poder disfrutar de todo lo que vienes haciéndolo las últimas semanas, el que te venga los sentimientos, experiencias, sucesos, etc., que llevas viviendo en el último mes. Y eso fue lo que suele pasar el día de la partida. 

Nos tomamos el día muy relajado. Nuestro  avión salía a las cuatro de la tarde, y teníamos que dejar el hotel a las 12.00, así que aunque daba algo de pena no aprovechar el último día visitando un museo, dando un paseo por puerto, etc., nos esperaba casi 48 horas de viaje, y había que aprovechar y reponer fuerzas antes de la partida. Así que nos quedamos hasta las 12.00 en el hotel, descansando y terminando de hacer la maleta.

A las 12.00 horas bajamos a la recepción del hotel para hacer el check out. La experiencia en "The Hotel at Terminal City Club" ha sido inmejorable. Habitación del hotel enorme, con unas vistas a Canada Place y el puerto espectaculares, equipada con un pequeño fregadero, nevera, utensilios de cocina, baños amplio, y zonas comunes, que si bien no las disfrutamos mucho, estaban a disposición de todos los huéspedes. De 10 sobre 10 las zonas deportivas (club deportivo). Nadar en una piscina dentro de un rascacielos con vistas a otros rascacielos es una sensación difícil de contar. Muy recomendable. Caro, eso sí, como todo en Canadá. Pero un hotel excepcional. 

El trayecto en taxi desde el Downtown lleva unos 20 minutos aproximadamente y cuesta unos 30 dólares canadienses. Hay otras opciones, como el skytrain, pero ir cargando con cuatro bultos bastantes pesados para llegar al aeropuerto era para pensárselo, de ahí que optáramos finalmente por el taxi. 

El aeropuerto de Vancouver esta muy bien organizado y no es nada caótico, como pudieran haber sido otros que hemos visitado durante el viaje. Tras encontrar nuestro mostrador de facturación, vimos que el vuelo iba con algo de retraso y tuvimos que esperar casi una hora a que abrieran los mostradores. Habíamos hecho ya el check in por internet, pero había que dejar las maletas, así que tocó esperar.  

Había que tomar una decisión. Era el momento. El spray anti-osos. ¿Nos lo llevábamos? ¿Lo dejábamos para no correr riesgos? Había un mostrador de información general del aeropuerto, y pregunté allí. Me dijeron que no había problema, siempre y cuando no superará los 400 ml, que no los superaba, y que lo facturará. Sin embargo, no me inspiraba mucha confianza. Así que cuando nos tocó facturar el equipaje, volví a preguntar. La cara de la azafata , que le falto arrebatarme el spray de un manotazo, lo dijo todo. Snifff... Nuestro spray, que había viajado con nosotros desde nuestra llegada por tierra, mar y aire, se quedaba en Vancouver. Siempre podemos decir que no lo compramos por gusto. Nos aportó seguridad. Y lo llegamos a usar. Así que si me preguntáis si lo volvería a preguntar, la respuesta es sí, me volvería a gastar los 40 dólares canadienses que cuesta.

Comimos algo en el aeropuerto y tomamos el avión a Madrid. El vuelo estaba completo, aunque sin over booking, pero no había un sitio libre. Aprovechamos para leer, ver películas y descansar en las 10 horas que duraba el trayecto.


martes, 20 de agosto de 2013

Día 23: Vancouver (19-08-2013)

Buenos días. Llegó nuestro última día completo en tierras canadienses. Oooohhhhh!! 

Hoy día relajado e intentando no darnos mucha paliza para estar descansados para los dos días de viaje de vuelta que nos quedan. Bueno, eso en teoría, claro. Hoy queríamos ver Granville Island, una antigua península industrial , no una verdadera isla, llena de restaurantes, bares, teatros, negocios de artesanía, y sobre todo, uno de los mejores mercados de Vancouver. Preferimos ir hoy lunes para no enfrentarnos a las hordas de turistas que supuestamente van los fines de semana.

Así pues, nos dispusimos a andar los 2,4 kilómetros que separan nuestro hotel en Hastings St hasta Granville Island, tomando Hornby St en línea recta. De camino, nos topamos con un rodaje de una serie o película cuyos actores no conocíamos. No en vano, Vancouver es uno de las ciudades donde más películas se ruedan en el mundo.



Al llegar al final de Hornby St llegamos a un pequeño muelle, y justo enfrente nuestra se encontraba Granville Island. La única forma de llegar es atravesando el puente, que no sabíamos si sólo para vehículos o también para peatones, ya que va por encima de la isla, o bien cogiendo un ferry que costaba 5,50 dólares la ida y vuelta, para un trayecto de unos 30 segundos escasos. Qué le vamos a hacer...




Ya en Granville Island, y dado que era primera hora de la mañana, disfrutamos muchísimo con el ambiente, y sobre todo, con las vistas a Downtown y el mercando, Granville Island Public Market, un festival de pescado, quedo, fruta y dulces. Lástima no haberlo descubierto antes!





Era imposible resistirse a hacer una foto a lo que los canadienses llaman "Pescado Idiota"... Habrá que informarse del por qué de ese nombre...




El paraíso de los baggels, no confundir con donuts, por favor...







Después de no resistirnos a probar la fruta fresca, como no, del Valle de Okanagan, reservamos el tour de una fábrica de cervezas, Granville Island Brewing, para las 12.00 del mediodía, y de mientras, nos fuimos a buscar uno de los restaurantes más famosos de Vancouver, Go Fish!, un cobertizo de marisco, considerado como uno de los mejores locales para comer Fish & Chips, con una selección de fletán, salmón, bacalao, tacos de pescado y hamburguesas de vieras y sandwiches de atún. Pero estaba cerrado. Después caímos. Era lunes. Y como en toda ciudad costera y con puerto que se precie, ya se sabe. Los lunes  no hay pescado fresco. Snifff!!






La experiencia en la fábrica de cervezas, muy buena. Evidentemente, nos enteramos de la misa la mitad, como se suele decir, dado que muchas palabras eran técnicas y se escapaban a nuestros conocimientos de inglés, pero como fue todo muy gráfico, más o menos, salimos habiendo comprendido muy bien todo el proceso de elaboración y fabricación de la cerveza en las distintas modalidades que se hacían in situ. Lo mejor de todo, cuando al finalizar pasamos a la Taproom para una cata de  cervezas: Hefeweizen, la Ginja Ninja y la Raspeberry Ale. Espectaculares!





La noche anterior estuve buscando los mejores restaurantes de sushi en Vancouver. De hecho, Vancouver está reconocida como la mejor ciudad del mundo fuera de Japón donde comer sushi. Ayer ya dimos cuenta del Ra-men, la versión japonesa de la sopa de fideos china, con carne de cerdo, huevo, verduras, vamos, como nuestro puchero, jajaja... Así que investigando por internet, encontré que el mejor restaurante de sushi en Vancouver era Tojo's. Menos mal que me dio por mirar la carta antes de ir. El menú degustación, 256 dólares canadienses por persona. Así que tuve que ir bajando posiciones en la lista hasta encontrar algo que no nos hiciera volvernos a Europa en canoa. Y curiosamente, el segundo de la lista era Aoki Sushi, en 1888 W. Broadway St, es decir, bastante, bastante lejos de nuestro hotel, pero a unos 20'-30' andando desde donde estábamos... Unos 1,7 kilómetros más...



La verdad es que por fuera se te quitan las ganas de entrar. No había mucha gente, estaba en un barrio periférico de Vancouver, North Vancouver, no había turistas por la calle... Vamos, que no sabíamos como iba a salir el experimento. Y a la vuelta nos esperaban casi 5 kilómetros andando. Pero mereció la pena. Ya creo que mereció la pena! Menudo festival! Las fotos, una vez más, hablan por si solas...







Nos tuvimos que llevar sushi para el hotel y acabarlo para cenar. Era demasiado! Afortunadamente, teníamos una vuelta andando para hacer la digestión. Hicimos una parada de nuevo en Granville Island antes de coger el ferry para el postre, y de ahí, vuelta para el hotel por Granville St, que hoy ya no era peatonal, jajaja... Supongo que sólo la cortarán para los fines de semana.



En Granville St hay una especie de paseo de la fama de actores, cantantes, músicos y personalidades varias canadienses, y alguien que me sé no pudo evitar hacerse la foto con una estrella en concreto.




Ya de vuelta en el hotel, me dio por preguntar -no lo sabíamos aún- si el hotel tenía piscina. Se nos quedo mirando el recepcionista con cara extrañada. "Claro", nos respondió. "Ah, vale, en qué planta está". "En la tercera, aquí tienen la llave para entrar". Y nos entregó una llave magnética. Nos quedamos los dos con cara un poco extrañadas. Así que subimos a investigar. Nos encontramos con que en la planta tercera de nuestro hotel se ubicaba uno de los mejore clubs de todo Vancouver. Con una piscina interior con vistas a los rascacielos de Vancouver, pistas de squash, un mega gimnasio... Basta decir que sólo lo frecuentaban ejecutivos que dejaban sus trajes de 3.000 dólares colgados fuera de las taquillas -a saber lo que les duraría el traje fuera de la taquilla en el O2 o en el Inaqua en Málaga-. En los lavabos había maquinillas de afeitar, colonia, pasta de dientes, cepillos, vamos, un espectáculo. Así que creo que no tenemos que decir donde pasamos la tarde. No hay testimonio gráfico, lo siento.

Cena en hotel -sushi-, y a preparar las maletas para mañana. Ya esto se está acabando, pero la experiencia ha sido insuperable. Ya haremos un resumen cuando estemos de vuelta con todo.

Mañana todo el día de viaje. Salimos de Vancouver a las 16.30 y no llegamos hasta Málaga hasta el día siguiente. Vaya paliza que nos espera. Pero bueno, iremos comentando tantas y tantas experiencias que hemos vivido juntos en estas tres semanas inolvidables.

Ya escribimos a la vuelta y dejamos finiquitados los días que nos quedan pendientes!!

Un abrazo fuerte!!

domingo, 18 de agosto de 2013

Día 22: Vancouver (18-08-2013)

Después de un día como el de ayer, donde a duras penas pudimos dormir unas 2 horas y poco en el avión desde Anchorage a Seattle, y después de superar la pequeña crisis del extravío de mi equipaje, que apareció a última hora del día de ayer, conseguimos dormir unas ininterrumpidas ocho horas. ¡Por fin! No hemos querido ni bajar a desayunar, y provistos de auténtica leche fresca canadiense y cereales, hemos desayunado en la habitación del hotel.

Hoy toca: Stanley Park, el que califican como uno de los mejores parques urbanos del mundo.

Nada más salir del hotel, y a escasos 100 metros, tenemos el Canada Place, la terminal de cruceros desde donde zarpamos a Alaska, y hemos empezado por ahí para hacer andando el paseo por el dique de Coal Harbour. Lonely Planet lo califica como "un idílico recorrido junto al mar que comienza en Canada Place y finaliza en el Stanley Park de 2 kilómetros aproximadamente, perfecto e inspirador para una tarde soleada". Es cierto que es totalmente idílico y con paseos como éste comprendes como Vancouver está en el top de mejores ciudades para vivir. Además, está todo muy bien conservado, limpio, etc. debido a la celebración hace sólo tres años de los Juego Olímpicos de Invierno en 2010. Y pese a que no lo hemos de tarde ni hacía un día soleado, hemos disfrutado el paseo muchísimo.




Nada más llegar al Canada Place, se encuentra a su derecha un centro de convenciones. Hoy tenía que haber una convención de manga japonés porque los alrededores estaban abarrotados de gente disfrazada de sus dibujos manga favoritos. Un espectáculo.




Lo que es digno de ver y te puedes pasar horas haciéndolo es ver como toman, no tierra, sino agua, los hidroaviones, con un tráfico muy fluido, al igual que pasaba en Victoria. No son sólo atracciones turísticas, sino auténticos medios de transporte que te permiten desembarcar en pleno Downtown de Vancouver.





Después de recorrer Harbour Green Park, se pueden apreciar las chozas flotantes del puerto deportivo, los impresionantes barcos amarrados, y como particularidad, el hotel Westin Bayshore, donde Howard Hughes  estuvo escondido cerca de tres meses en 1972. Debía ser muy distinto a los rascacielos de viviendas que hay hoy en día.







Y después de este paseo, llegamos a Stanley Park, donde optamos por seguir las recomendaciones de todo el mundo y alquilar un par de bicicletas para recorrer cerca de los 9 kilómetros que tiene el perímetro del parque. Menos mal que lo hicimos! Que buen rato echamos! Nos lo pasamos espectacularmente bien! Fuimos a Spokes Bicycle Rentals, en el 1798 de W. Georgia St, donde además de atendernos en español, nos facilitaron todo el equipo: bicicleta, casco, candado, mapa de la zona... Además, a un precio fenomenal!



Y provistos de todo el equipo, ahí que nos lanzamos! El recorrido fue completísimo. Tomando como ruta el perímetro de Stanley Park, recorrimos el parque de los tótems, Brockton Point, la "Muchacha en bañador", Lions Gate, Prospect Point, Siwash Roch, Third Beack y la piscina de Second Beach, hasta llegar a English Bay y volver al punto de partida. Unas dos horas de agradable pedaleo y unos 9 kilómetros de recorrido total. Una mañana de domingo espléndida y uno de los mejores ratos del viaje!











Después de devolver la bicicleta, y sin tenerlo planeado, decidimos explorar el West End, un barrio extensísimo lleno de vivienda y bajos edificios de apartamentos. Había numerosas tiendas y restaurantes, y está considerado como el cuartel general de la comunidad gay de Vancouver.
En este barrio, y casi sin quererlo, acabamos en Marutama Ra-Men, donde nos pegamos uno de los mejores homenajes culinarios desde que estamos en Canadá, a base de Ra-men, el mejor que hemos comido en nuestra vida. Es-pec-ta-cu-lar!!







Después de comer, hicimos una nueva incursión en Stanley Park para ver el Acuario, pero no nos convenció demasiado, y finalmente, decidimos no entrar. Así que tras dar una vuelta andando, recorrimos a la inversa el dique de Coal Harbour, buscamos un supermercado para comprar algo de cenar, y de vuelta al hotel a descansar después de un intenso y muy bien aprovechado día en Stanley Park.








Mañana haremos frente a nuestro penúltimo día en tierras canadienses y a nuestro último día de turismo como quién dice. Sniff... Hay tantas cosas aún por ver... Bueno, nos está esperando la Feria de Málaga, así que la vuelta no será todo lo dura que pudiera ser.

Mañana, más!

sábado, 17 de agosto de 2013

Día 21: Anchorage - Seattle - Vancouver (17-08-2013)

Qué horror de día! No sé por donde empezar... Bueno, por el principio, será lo mejor...

A las 23.55 empezamos con el embarque de nuestro vuelo de Anchorage a Seattle, con destino final en Vancouver. El avión salía a las 00.35 horas, y eran unas tres horas y media de vuelo hasta Seattle, pero dada la diferencia horaria, llegamos a Seattle una hora después, a eso de las 04.30-05.00 de la mañana, como así ocurrió. Casi todo el vuelo durmiendo dado el cansancio extenuante que teníamos los dos.

Una vez en Seattle, teníamos que buscar a personal de Air Canada, puesto que el vuelo Anchorage - Seattle lo hicimos con Alaska Airlanes, y el Seattle - Vancouver, con Air Canada, a los efectos de que rescataran nuestras maletas los operarios del aeropuerto y las metieran en nuestro avión. Así se lo hicimos entender al personal de Air Canada antes de tomar el avión, y con algo de retraso, a eso de las 06.30, embarcamos con destino a Vancouver en un avión a hélices estilo los vuelos Málaga - Melilla. Vuelo tranquilo y corto, a penas unos 45 minutos.

Los problemas vinieron después. Nada más aterrizar en Vancouver y pasar el control de pasaportes, al dirigirnos a la recogida de equipajes, el mío no salía... Y salieron todos, menos el mío. De las dos maletas que facturamos, una si llego correctamente pero la otra no... Con toda mi ropa... Tuvimos que rellenar un formulario, y al parecer, por el sistema informático mundial de control de equipaje, parece ser que estaba en Seattle, pero que el personal de Air Canada iba a intentar rescatarlo en el mismo día y enviármela al hotel. Ufff!!

Ahi es cuando empiezo a pensar las causas... Y una vez más se me vino a la cabeza el maldito spray anti-osos... Pudiera ser...? Al entrar en Canadá tenemos que rellenar un formulario para aduanas donde nos preguntaban si portábamos armas, objetos peligrosos, etc. Y entre otras cosas decía algo así como que estaban terminantemente prohibidos los sprays de pimiento, y muy en especial, los sprays anti-osos... Maldito spray anti-osos! Todavía nos acompaña, ya como souvenir, pero mucho me temo que se va a quedar en Canadá.

Con un mal rato en el cuerpo que no veas, cogimos un taxi a nuestro hotel, "The Hotel at Terminal City Club", una pasada de hotel muy bien situado... Y bien caro también... La recepción es impresionante, compartiendo un enorme rascacielos de oficinas. El hotel tiene hasta código de vestimenta! Está prohibido pasearse por el hotel en pantalones vaqueros rotos, camisetas estridentes, etc.  Tiene un acceso independiente nada más cruzar el hall, por lo que la gente después salía desde sus habitaciones como quería, pero si te adentrabas en el hotel si ves a la gente super-arreglada.

Como de nada servía que nos quedásemos en la habitación del hotel a esperar a ver si aparecía la maleta, y dado que llegamos al hotel muy temprano, a eso de las 08.00, nos permitieron dejar las maletas en el hall y nos recomendaron que volviéramos sobre las 15.00. Aquí en Canadá los check in se suelen hacer a  partir de las 16.00 de la tarde, y los check out a eso de las 12.00. Por lo que muertos de cansancio, y con el mal rato, a patearnos la ciudad.





El Downtown o centro de la ciudad es muy fácil de recorrer. El hotel se encontraba en W Hastings Street, es decir, el lado oeste de la calle, y de ahí cortan perpendicular varias de las calles más famosas de Vancouver: Burrad St, Howe St, Granville St,  etc. Nos recorrimos Howe St de camino a un lugar para desayunar, Templeton, y pudimos apreciar el Downtown de Vancouver en todo su esplendor.

El desayuno en Templeton, buenísimo. Optamos por un brunch que nos sirvió, pese a que sólo eran las 09.30 de la mañana, de desayuno y comida. El local, una pasada, con productos orgánicos y largas colas para esperar una mesa. Pero al final lo conseguimos.









De ahí luego bajamos hasta el barrio de Gastown, precioso, con calles de adoquines, donde se encuentra el famosísimo reloj de vapor;  justo a continuación, Chinatown, pero ya comienza la zona más pobre de Vancouver y daba respeto andar por aquellas zonas, así que después de visitar el Dr. Sun Yat Sen Classical Chinese Garden, optamos por volver a las calles principales.

Vancouver es una ciudad de contrastes. Ves en una calle el máximo lujo y opulencia, tiendas de Louis Vuitton y las mejores firmas y marcas del mundo, y no a kilómetros, sino a decenas de metros, ves a homeless a centenares, gente recogiendo latas y botellas de plástico... Es impresionante el contraste existente. Ya íbamos con esa idea tras ver el capítulo dedicado a Vancouver en Callejeros Viajeros, pero impacta mucho más cuando lo vives en tus carnes.











De vuelta a la zona centro, visitamos el estadio BC Place Stadium (hoy era día de partido y se enfrentaban los BC Lions, equipo local, contra Calgary, partido de fútbol americano. Estuvimos a punto de comprar las entradas, pero las taquillas estaban cerradas cuando nos pasamos y ya después nos dio pereza volver desde el hotel, así que para la próxima vez).





De camino de vuelta al hotel, nos topamos con la biblioteca pública de Vancouver y tras sacarnos el carnet de socios por un año para hacer uso de la red wifi, disfrutamos de una hora leyendo el periódico en un ambiente muy relajado e intelectual.





Y sobre todo, descubrimos Granville St, calle peatonal y muy bohemia con miles de sitios interesantes. Han intentado crear algo parecido a Times Square en cuanto a hacerla peatonal, colocar unas mesas y sillas en su calzada... No es lo mismo, pero es una calle fantástica.

Después de ahí, para el hotel a descansar, no podíamos estar de pie más tiempo. Ducha, siesta y... toc, toc... Mi maleta! un operario de Air Canada nos comunicó que la había recuperado! Ropa interior limpia! Bien! Al abrirla (tenía candado) me aparece un mensaje del Seguridad del Aeropuerto de USA diciendo que mi maleta había sido seleccionada, que la había abierto (¿cómo diablos habrán abierto el candado sin romperlo?), que me habían registrado todo, que me pedían disculpas, y que todo correcto. Y sí, el maldito spray anti-osos sigue en mi maleta. Estaba debajo de mi bolsa de la ropa sucia, así que supongo que el oficial de seguridad al ver mis calzoncillos optaría por no seguir metiendo la mano... En fin... Ese spray se queda aquí en Canadá. Ya no me lo llevo más. Nos va a traer la ruina!

Había comprado leche fresca y cereales, así que una cena ligera y a la cama a descansar que ya no podíamos con nuestra alma.

Mañana dedicaremos el día a Stanley Park y alrededores.